En realidad es Puebla de los ángeles, pero yo fui en busca de los volcanes. Este fin de semana decidí alejarme de todo y arrancar para Puebla. Uno de mis profesores dice que una gran forma de conocer las ciudades es a través de los libros y yo creo que es cierto. Hace muchos años en la universidad, para mí clase de escritoras mexicanas del siglo XX, leí Mal de Amores de Ángeles Mastretta. Aunque en el curso el libro fue muy criticado, a mí me encantó y lo he leído varias veces más desde aquella primera vez.
El libro cuenta la historia de Emilia Sauri quien vive en Puebla. Y cuando ella se aleja de la ciudad, extraña los volcanes. Así que decidí conocer esta ciudad de volcanes. Mientras iba en el bus pensé que tal vez estaba cometiendo un error ya que como ya lo he dicho antes, no soy fanática de las ciudades grandes a la hora de hacer turismo. Y Puebla no califica como pueblo con sus 2 millones de habitantes. Pero ya era tarde. Ya iba para allá.
Y menos mal no me arrepentí. Puebla es una ciudad increíblemente hermosa, llena de detalles, con una arquitectura fascinante. Es un lugar donde la huella española se siente plenamente, el centro está lleno de casas y edificios coloniales, adornados con azulejos bellísimos. A veces, mientras uno camina, se abre una puerta de una casa y uno alcanza a ver el interior lleno de azulejos. Pero no es necesario espiar, cada calle está llena de decoración. Es que hasta los postes de la luz son bonitos.
Como ya es bien sabido yo no soy católica, y la pintura religiosa no me gusta (tanta sangre me parece morbosa), pero la arquitectura me encanta. Y Puebla tiene más de 70 iglesias. Así que pasé mis días entrando y saliendo de iglesias. Algunas chiquitas y abandonadas y otras gigantes y hermosísimas. Entre las grandes obviamente esta la Catedral la cual tiene unas torres de 69 metros a las que ni averigüé si se puede subir. Mi favorita fue la de Santo Domingo, más pequeña que la catedral pero con un altar absolutamente increíble. Construida entre 1650 y 1690, barroca hasta la médula no tiene un espacio sin un detalle.
Como ya dije, entre iglesia e iglesia encontré casas y calles hermosas entre ellas la Casa de los Muñecos, hogar del Museo Universitario y cuya fachada está pintada con caricaturas de los fundadores de la ciudad (de ahí el cuento de los muñecos).
Peor mientras caminaba no lograba ver los volcanes que tanto quería ver y que al final del día eran uno de los grandes motivos para visitar la ciudad. Leyendo mi Lonely Planet descubrí que una posibilidad para verlos era ir al Cerro de Guadalupe y para allá me fui.
En este cerro estaban dos de los fuertes más importantes de la ciudad: Loreto y Guadalupe, y hoy hay un monumento celebrándolos. Resulta que Puebla fue invadida por los franceses en 1862. Para los que no sepan, un año antes el presidente Benito Juárez había declarado suspendidos los compromisos económicos con Francia, Inglaterra y España, razón por la cual estos países se unieron para cobrar lo que les debían. Francia por su parte decidió ir un poquito más lejos, invadiendo el país. Por eso llegaron hasta Puebla.
Para gran orgullo de los mexicanos, las tropas nacionales derrotaron a los franceses (que eran el gran ejército de la época) desde el Cerro que les cuento. Dice la historia que con tan solo 2000 hombres, el general mexicano Ignacio de Zaragoza derrotaron a los 6000 franceses que los atacaban. Para hacerle un poco de justicia a los franceses hay que anotar que la mayoría de ellos estaban enfermos de diarrea y les quedaba difícil combatir entre cada ida al baño. Al día de hoy esta batalla todavía se celebra cada 5 de mayo (es tan famosa que el año pasado el – por fin- ex presidente Bush, se confundió y felicitó a México este día por la independencia).
Lo que no se celebra con tanta emoción y confusión diplomática es que al año siguiente de la batalla las tropas francesas volvieron a tomar la ciudad hasta 1867. Esto se logró en gran parte porque Napoleón III había encontrado el apoyo de algunos mexicanos que estaban convencidos que la forma de mantener sus privilegios era tener un gobierno totalmente conservador, lo que significó que Francia envió a Maximiliano de Hasburgo para que fuera Emperador de México. Sobra decir que el emperador no duró mucho y en el 67 lo ejecutaron (aunque por esa época hubo muchos mitos urbanos que decían que se Maximiliano se había volado y que por tanto, andaba de paseo en distintos lugares) y sacaron finalmente a los franceses del territorio.
Pero bueno, ya es mucha historia para contar que había en el Cerro de Guadalupe. En realidad, este lugar tan importante a nivel histórico, no es más que una montaña, con un monumento medianamente bonito y tres museos a los que parece nadie entra desde la época de la batalla. Y fue desde ahí, desde el antiguo fuerte que vi el volcán. Aunque en teoría hay dos, el Popocatépetl y Iztaccíhuatl, conocidos como el Popo y el Izta, solo vi uno. Pero uno fue suficiente para hacerme sonreír. No sé si fue la altura, las ganas que le tenía, el libro o qué, pero era lo que necesitaba para olvidarme del DF, el tráfico, la contaminación y las mil cosas que hay por aquí.
Y con una sonrisa enorme recorrí el Cerro. En ese estado de felicidad, me encontré con un olor increíble que venía de uno de los tantos puestos de comida cercanos a los tres museos desocupados (de qué vivirán? Fui un sábado y no vi a nadie entrar a los museos). Y aunque no tenía mucha hambre decidí probar las Cemitas, uno de esos platos que explican porque México es segundo en obesidad en el mundo. Típicas de Puebla son como un sánduche en pan de hamburguesa que tienen (o por lo menos la que me comí yo): tomate, queso, rajas (de jalapeño), cebolla, carne frita y papas fritas. Aunque estaba rica era demasiado grande para mí, razón por la cual terminé regalándole la mitad a un perro callejero que no paró de mirarme durante todo el almuerzo.
Otro de los platos típicos de Puebla es el mole. Sin embargo, algo sucedió y no logré convencerme de comerlo, no sé si fue la experiencia de dos días de diarrea en Oaxaca producto de un mole o que simplemente no me dieron ganas, pero decidí dejarlo para mi próxima visita a la ciudad, en la cual aspiro ver el volcán faltante.
Para ver más fotos: http://www.facebook.com/album.php?aid=76305&l=528e6&id=547916930